07 enero, 2024

La falacia de ser libre

 


Quizá en este preciso instante, te halles sentado o sentada en una terraza, deleitándote con una cerveza o cualquier otra bebida que te satisfaga. Tal vez te encuentres en el lugar deseado, entregado a la actividad que realmente anhelas. Tranquilo o tranquila, sin excesivas pretensiones. O, por el contrario, puede que sientas que estás atrapado en la monotonía de tus rutinas habituales. Todo se reduce a una cierta rutina que asumes con resignación. Una zona de confort en la cual buscas descanso, creyendo ingenuamente que eres libre dentro de tus límites autoimpuestos. Sin embargo, a medida que el tiempo transcurre, te resulta cada vez más difícil aceptar que estás atrapado en un bucle.

Resides en el espacio de una experiencia en la que todo resulta excesivamente rutinario. Lo más desolador es que empiezas a ser consciente de ello. En ese momento, surgen cuestionamientos: ¿Soy verdaderamente libre?

Reflexionas y llegas a la conclusión de que toda nuestra existencia está a merced de un mastodonte que posee todo lo que es esencial para nuestra supervivencia y libertad. Y al mirar hacia atrás, te das cuenta de que en tiempos lejanos todo era diferente. La naturaleza se extendía ante nosotros como una experiencia para ser disfrutada. Frutas, agua, suelo...

¿Cómo hemos llegado a esto? ¿El progreso nos ha devorado? Desde la impotencia, nos damos cuenta de que no somos más que esclavos del gigante que se esconde detrás del logotipo de una multinacional, dictando estrategias para controlar nuestra existencia en su propio beneficio. Consumimos todo lo que ellos han determinado, agotando los recursos naturales. Compramos el agua embotellada de nuestro propio planeta, el calor del sol de nuestro sistema planetario, los alimentos procesados de nuestra propia naturaleza. Y prácticamente todo lo que pueda generar dinero y poder.

En la actualidad, donde antes se alzaba un exuberante bosque, ahora se erigen fábricas. Donde una vez habitaba una rica diversidad de fauna, ahora encontramos granjas industriales. Un entorno completamente alterado por el voraz mastodonte.

Podríamos seguir enumerando los numerosos despropósitos y contradicciones con los que convivimos, pero... ¿Es prudente mantenernos en nuestra zona de confort, mirando hacia otro lado y pasando de largo?

Es innegable que estamos inmersos en una espiral de proporcionalidad inversa. El mastodonte crece cada vez más mientras que nosotros nos indignamos cada vez menos.

Siempre he creído que todo radica en reestructurar la educación y los valores. Quizás todavía haya una solución, pero, desafortunadamente, el problema parece alimentarse a sí mismo cada vez más.

Artur Álvarez


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