Palabras gastadas, consumidas por el tiempo,
ardiendo en un fuego que yo mismo encendí.
Quisiera acabar con todas, dejarlas marchitar,
que no queden mudas, secas como el otoño.
Pero algunas se rebelan, exigen su voz,
atrampadas en un rincón, anhelan la libertad.
Quieren sentir la luz, la textura del papel,
mientras incendian mi corazón, consumiéndome.
Espero que se quemen en su propio fuego,
que el recuerdo se desvanezca en cenizas.
A veces deseo liberarlas, dejarlas fluir,
pero temo el daño que puedan causar.
Entonces las ato con la cinta del respeto,
las confino a su rincón.
Prefiero guardarlas, resguardarlas
aunque intenten arrancarme las entrañas.
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