06 febrero, 2024

La era de los autistas domésticos

 


Desde las épocas más primitivas de nuestra evolución, cuando aún la televisión no era más que una idea distante, el ser humano mostraba una innegable inclinación por la recopilación de información. En tiempos pasados, las plazas de los pueblos y las tertulias estivales brindaban un espacio donde se intercambiaban conocimientos cruciales para la supervivencia, así como se compartían detalles íntimos sobre la vida de los vecinos.

Estos encuentros podían girar en torno a diversos temas, desde conflictos domésticos hasta la búsqueda de setas tras las tormentas de verano, todo ello tejido en una atmósfera de camaradería y aprendizaje informal. De esta manera, el chisme, lejos de ser mera banalidad, se erigía como una forma de comprensión afectiva del entorno.

Sin embargo, con la irrupción de la televisión, los paisajes tradicionales de la interacción humana se vieron alterados. Las plazas se vaciaron, las tertulias se disiparon, y la televisión, cual moderno oráculo, usurpó el espacio de la comunicación vecinal, dejando tras de sí un vacío de conexiones humanas y un desvanecimiento progresivo del "chismorreo didáctico".

De esta manera, fuimos paulatinamente transformándonos en lo que podríamos llamar "autistas domésticos", atrapados en la vorágine consumista propiciada por el capitalismo. La televisión, ese omnipresente electrodoméstico, se convirtió en una herramienta perfecta para los propósitos del sistema, erosionando nuestras interacciones sociales y fomentando un consumismo desenfrenado.

Su poder de manipulación pronto trascendió su mera función de entretenimiento, convirtiéndose en un instrumento de control social capaz de adormecer conciencias y fomentar la alienación. La llamada "Era de la Telebasura" emergió como una etapa en la que la televisión, lejos de cumplir su función ética y educativa, se convirtió en un vehículo de sensacionalismo, morbidez y manipulación emocional.

En este contexto, la televisión perdió su capacidad de informar de manera imparcial, entretener de forma saludable y contribuir al desarrollo de una sociedad crítica y reflexiva. Más bien, se convirtió en un instrumento al servicio de intereses comerciales y políticos, enajenando a la población y socavando su capacidad de discernimiento.

No obstante, a pesar de este panorama desalentador, aún queda margen para la desintoxicación y la recuperación de un uso más responsable y crítico de la televisión. Es en este desafío donde se juega el destino de nuestra sociedad, una lucha entre el individuo consciente y el poderoso sistema mediático. En palabras del antiguo filósofo Heráclito, "nada permanece excepto el cambio", y es en este espíritu que debemos perseverar en la búsqueda de un medio de comunicación que realmente sirva al bienestar y la evolución de la humanidad.

Artur Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario