29 febrero, 2024

Después de todo, la muerte


 Voltaire (1694-1778) afirmaba: “L’homme est le seul animal qui sache qu’il doit mourir”. Así que no se trata tan solo de vivir para procrear, para mantener la especie… No es, pues, la biología exclusivamente la que nos fuerza a la necesidad de vivir, a temer por la continuidad del ser humano. También nos angustia un miedo existencial.
Nuestra capacidad de abstracción nos hace asimilar un pasado, un presente y un futuro lleno de incertidumbre y con fecha de caducidad: la muerte. Un hecho que nos produce temor y nos hace cuestionar eternas dudas, como por ejemplo: si moriremos, cuál es el sentido de la vida?Montaigne (1533-1592) decía: “La filosofía es aprender a morir”.

Aun así, sería interesante recordar como interpretaban la muerte los estoicos. Por qué temer en la muerte?, se preguntaban. No la veían como un mal sino como el desarrollo natural de la propia vida. Formulaban: “Si cuando estamos vivos, no es, y cuando morimos somos nosotros los que no existimos. Si nunca nos cruzamos con ella, por qué temerla?”
En cambio, Tomás de Aquino (1225-1274) la consideraba como un mal, el mal más espantoso que existe en la orden creado. La definía como “la más grande de las desgracias humanas” por el simple hecho que con ella se acababa la vida.

La realidad es que la muerte se interpreta de diferentes maneras en función de las características culturales y las corrientes de pensamiento. Pero hay algo en común, todos pretenden encontrar un significado, porque como dijo Séneca (4 a. C.-65 d. C.): “Nada es más cierto que la muerte”.

En definitiva, por mucho que hemos intentado vencerla, no ha sido posible. Continuamos aterrorizándonos ante su inevitabilidad. Seguimos sin entenderla. Pero, realmente es tan irracional como podemos pensar?

Imaginemos por un momento, como el escritor Jorge Luis Borges (1899-1986) lo hizo en su cuento “El Inmortal”, que somos inmortales. Esa circunstancia, de entrada, nos convertiría diferentes de los humanos. Sería un absurdo experimentar sentimientos de compasión, de empatía, de lástima… Qué nos esperaría? La eternidad? Ya no nos reconoceríamos entre nosotros. Justamente el que nos hace humanos es poder experimentar ese reconocimiento de que somos mortales. El ser un hecho al cual todos nos enfrentamos nos hace comprender a nuestros semblantes.

La muerte es una de las mayores certezas, pero también es un misterio. Sabemos que es inevitable, pero no sabemos cómo ni cuando se producirá. Su verdad nos llena de miedo. Una temor que va más allá del mismo hecho de morir. Es un pánico a la nada, al vacío, al desconocido. El nacimiento comporta implícito la muerte.

Por consiguiente, vivir plenamente la muerte es un aspecto más de la vida. Morir es sencillo, fácil, lo que de verdad nos atemoriza es pensar en ella.

Quizás la mejor manera de paliar semejante angustia vital sea vivir el presente y pensar que la muerte forma parte de nuestro equipaje y de nuestro ADN como seres humanos.

Woody Allen (1935-?), refiriéndose en la muerte, decía: “No es que tenga miedo de morir. Lo que no quiero es estar allí cuando ocurra”.

 Artur Álvarez

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