21 marzo, 2024

De olores y recuerdos


Tengo por costumbre levantarme al despuntar el día. Después de visitar el baño, una de las primeras rutinas es levantar las persianas, observar el cielo y la calle aún mojada por el riego de los trabajadores del ayuntamiento.
Normalmente, coincido con Rosalia, una mujer viuda que, frente a mi portal, tiene una tienda de alimentación.
Por un instante, curioseo como hace la tarea de colocar las cajas de fruta y otros productos de reclamo en la acera de la calle junto a la entrada de su pequeña tienda.
Como cada mañana, bajo a comprarle una barra de pan del día para prepararme el almuerzo y las tostadas con aceite del desayuno.
Pero hoy, algo me ha estremecido en mi habitual visita. Un olor que me ha transportado repentinamente a la infancia. Un aroma a pescado curado, un poquito rancio, a salazón… Y rápidamente me he dado cuenta que, entre la muestra de productos expuestos, había una caja de madera circular, de confección artesanal, repleta de sardinas de bota perfectamente colocadas en posición radial. Irremediablemente, los efluvios que desprendía, me han transportado en aquellos años.
Parece mentira como los olores tienen la capacidad de activar nuestra memoria. De niño, a veces, mi madre me enviaba a casa '*Pepito', el bodeguero del barrio, a comprar las mencionadas sardinas.
He vuelto a casa, me he preparado el desayuno y, absorto, mi pensamiento me ha transportado al recuerdo de algunas fragancias propias de mi niñez. El olfato nos dispara las emociones y el recuerdo con gran intensidad.
Cómo decía, he empezado a recordar olores que transitan en mi memoria como puertas entreabiertas a las cuales accedo para rememorar aquellos días. La nariz es una entrada esencial en el país de nuestro mundo emocional.
Entre las fragancias que he recordado en mi momento de abstracción, algunas las he percibido cómo si fuera ayer. Concretamente, el de la tienda del artesano de cestas, próxima a la casa de mis padres. Aromas de cáñamo y mimbre. Allí, me quedaba embelesado viendo trabajar a Antoni. Contemplaba como sus hábiles manos entrelazaban el mimbre mientras nos contaba historias fantásticas. Especialmente, tenía predilección por sus famosos caballos. Eran espectaculares!
También recuerdo a Maties, el guarnicionero. Entrar en su taller de cuero era impregnarte de un profundo tufo de piel reseca. Un local repleto de aparatos para caballerías (collares, bozales, ramales…). Con absoluta nitidez, viene a mi mente, la imagen de su taller. De cómo observaba silenciosamente su destreza cosiendo el cuero. Así como la decoración de las paredes repletas de murales de madera con numerosas herramientas colgante en perfecta alineación. Colecciones de agujas curvadas y alguna mula, enjarje al aro metálico de la fachada del taller, preparada para ajustarle las herraduras.
Prosiguiendo efluvios y recuerdos, no puedo olvidarme de la tienda de intercambio de cómicos. Mi niñez está repleta de horas y horas leyendo viñetas del 'TBO', lo 'DDT', ' *Pulgarcito', 'Capitán Trueno', Roberto Alcázar *y Pedrín', 'el Zorro' y los héroes de 'Marvel'.
Entrar en el quiosco 'Can Roig' era como penetrar en una jungla desordenada y anárquica de montañas y más montañas de cómicos, libros antiguos y prensa del día. Pasar un buen rato hurgando entre los montones de papel imprimido formaba parte del ritual. Ese olor penetrante a papel destartalado y humedecido me producía un verdadero placer.
Seguramente, hay un aroma que ocupa un lugar preferente entre los olores grabados en el recuerdo. Sin lugar a dudas, es el de la escuela. El olor de vieja madera de pupitre, a goma de nata 'MILÁN', a las virutas de colores derramados con el sacapuntas, al bocadillo en la cartera, a la cola '*Imedio'. En definitiva, a un conglomerado de efluvios que te transportan en unos años ya muy lejanos. Tiempo que, en mi caso, también los relaciono con la rigidez de aquel sistema educativo basado en la filosofía de “la letra cono sangre entra”. A la leche en polvo, a las vacunas, a los tenebrosos confesionarios de madera...
Podría continuar enumerando muchísimos más olores entrañables asociadas a aquellos años en que mi vida era un continuo descubrimiento y el día a día una aventura repleta de felicidad.
Después de haber quemado un buen porcentaje del recorrido vital, es curioso advertir con qué facilitado ciertos aromas de nuestro entorno nos hacen volver al recuerdo placiente de aquellos años e intentamos evitar aquellos otros, también hay, que nos transporten a situaciones desagradables o dolorosas.

Sin lugar a dudas, ciertos olores, desde muy temprana edad, quedan atrapadas en la memoria para llenar de añoranza el recuerdo.

Artur Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario