10 marzo, 2024

El hombre del traje gris y el tiempo

El minutero del reloj caminaba con prisa desaforada, dejando atrás una estela de segundos que se convertían en recuerdos borrosos. 
El tiempo era un río caudaloso que arrastraba consigo los sueños, las ilusiones y las promesas. Los relojes se convertían en relojes de arena, y cada grano que caía marcaba la inexorable marcha hacia el final.
La imagen móvil de la eternidad era un ladrón sigiloso que robaba la juventud, la belleza y la vitalidad. Era un enemigo implacable que no daba tregua, ni siquiera a los más poderosos.
En un último acto de rebeldía, el hombre del traje gris decidió desafiar al tiempo. Se subió a una montaña rusa que giraba en círculos infinitos, trató de atrapar cada segundo que se escapa entre sus dedos.
Mientras la montaña rusa gira y gira, el hombre del traje gris se díó cuenta de que el tiempo no era un enemigo, sino un regalo. Cada segundo, un tesoro que había que vivir con intensidad y aprovechar al máximo.
Al final del viaje, descendió de la montaña rusa con una nueva perspectiva sobre la vida. Había aprendido que el tiempo era un río que había que navegar con sabiduría, disfrutando de cada meandro y cada remolino.

Artur Álvarez

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