En el efervescente 1967, el genio de Cutler encontró un nuevo escenario en la emblemática película "Magical Mystery Tour" de los Beatles, donde su presencia como Buster Bloodvessel, el conductor enamorado, le aseguró un lugar en la memoria colectiva.
Con Phyllis King como su musa etérea, Cutler llenó de vida y fantasía cada rincón, compartiendo sus inusuales reflexiones a través de sus composiciones y diálogos. Juntos, desplegaron su arte en la serie radiofónica "King Cutler", fusionando poesía y prosa en una danza encantadora para los oídos.
Más allá de sus letras y acordes, Cutler era un espíritu rebelde, vestido con la extravagancia de sus pantalones capri y sombreros adornados con chapas. Se desplazaba en bicicleta, esparciendo por el mundo sus "Cutlerismos", pequeñas píldoras de sabiduría envueltas en absurdo.
En sus conversaciones monológicas, imbuidas de su estilo infantil y su renuncia al intelecto, Cutler exploraba la esencia misma de la existencia. Desde la pobreza de su infancia hasta la serenidad de sus últimos días, encontraba belleza en los pequeños placeres de la vida, en la naturaleza y en el amor, tejiendo un tapiz de gratitud y alegría.
A través de su acento escocés sereno y sus historias surrealistas, Cutler se convirtió en un ícono de culto, un faro de luz en el vasto océano del arte. Y aunque su tiempo en este mundo llegó a su fin en el 2006, su legado perdura, en cada palabra susurrada y en cada nota tocada, recordándonos la magia de la creatividad y la irreverencia de la imaginación.
Artur Álvarez
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